Acabemos con la delincuencia. Prohibamos la pintura
Si entró ayer en sus redes sociales, posiblemente se topara con uno de esos vídeos que hace unos años habrían llamado la atención. Se trataba de un subsahariano, según decían quienes lo publicaban, que mediante un mataleón asfixiaba a una cajera malagueña para robarle la recaudación de la caja registradora.
Esto que le estoy contando no es un caso aislado, como a algunos políticos les gusta decir y a otros medios replicar. Se trata de una realidad palmaria. De nuestro día a día. Ahora bien, ¿por qué se producen este tipo de delitos?
Si le pregunta al titular de alguna cartera ministerial, le intentará convencer por todos los medios de que es culpa nuestra, de que no supimos integrar a ese subsahariano. De que solo le dimos una salida: asfixiar a la cajera y robar la caja. No se lo tome como algo personal, no es que quiera tomarle el pelo a usted por ser usted. Simplemente, son negocios: el sueldo le va en ello.
Si me pregunta a mí, le diré que la raíz del problema no hay que buscarla aquí, sino allí. Concretamente, en el lugar de donde viene ese individuo que gusta de lo ajeno. Cree quien le habla, y usted verá hasta qué punto decide hacerle caso, que proviene de una cultura violenta, donde las cosas no se consiguen mediante honrado esfuerzo, sino a través de la fuerza.
Provenimos de culturas diferentes. De sistemas de pensamiento opuestos. Aquí nos sobrecogemos al ver como la cajera del vídeo empieza a caer de la silla. Allí aprietan un poquito más para ver si termina de desmayarse. Su cultura y la nuestra son como el agua y el aceite.
Dudo que pase, pero si alguno de esos ministros que le refería antes hiciese algunas declaraciones sobre este vídeo, ¿qué cree que diría? Yo no tengo la menor duda de que se limitaría a echar balones fuera. Aunque desde aquí, y perdone mi osadía, querría pedirle que, al menos esta vez, intentase darle un cierto tinte de verdad. Podría, no sé, echarle la culpa a la pintura.
Puede aludir al estudio de Bjorn Larsen, que dice que el plomo de la pintura es capaz de traspasar la barrera hematoencefálica y afectar negativamente al cerebro, creando sujetos más propensos a delinquir. Quién sabe, a lo mejor el subsahariano del vídeo había pasado las últimas ocho horas pintando en una habitación sin ventanas. Es más, mencione que no fueron ocho horas de trabajo, sino doce ¡Maldito españolito explotador! Yo creo que puede colar. Eso sí, no mencione que la pintura ya no se fabrica con plomo.