Ley injusta y justicia sin ley
«Prefiero morir defendiendo mi casa, antes que salir huyendo y dejarla en manos de unos maleantes»
Palabras de don Pepe Lomás, un octogenario condenado a más de seis años de cárcel, por causar la muerte del asaltante que se coló en su casa por la noche, y que portaba una motosierra, que previamente le había robado.
Pepe se encontraba durmiendo cuando escuchó unos ruidos que lo despertaron. No se levantó de su cama movido por una ira homicida, ni buscando matar. Lo único que motivó su actuación fue el pánico; el miedo a saber que alguien había entrado (de nuevo) en su casa.
Tras levantarse y armarse, cuando estaba comprobando la seguridad de su hogar, se encontró a cinco metros de distancia a un hombre, Nelson David, armado con una motosierra. Se trataba de un hondureño, exmilitar, que tenía una orden de expulsión de España.
Nelson David, un ciudadano “modelo”, contaba con una larguísima lista de antecedentes penales; entre los que se incluían homicidio doloso, abusos y agresiones sexuales, violencia doméstica, robos, quebrantamientos de condena y enfrentamiento con la autoridad. Ese es el perfil de la “víctima” que sumaba más de 36 detenciones por la Policía Nacional y otras nueve por la Guardia Civil.
Parece lógico pensar que, si se hubiese cumplido con la orden de expulsión, o si Nelson hubiese estado en prisión por alguno de sus muchos delitos, hoy estaría vivo y Pepe en la calle. Lo triste, es que Pepe seguiría sin dormir tranquilo, no era la primera vez que entraban en su casa. De hecho, había interpuesto varias denuncias en la policía por haber sufrido robos y allanamientos en su vivienda.
Recordemos que podríamos estar hablando del abuelo o padre de cualquiera de nosotros; es más, y Dios no lo quiera, podría tratarse de nosotros mismos. A esa condena impuesta al señor Lomás, debemos sumarle la indemnización de 153.000€ a la familia de la “víctima”.
Sin embargo, esto no es lo más grave; lo peor es saber que un hombre honrado que ha protegido su vida, la de su familia y su propiedad privada, se va a ver privado de su libertad por matar en defensa propia a un indeseable de la peor calaña, que sólo Dios sabe que hubiese hecho de no encontrarse al señor Lomás armado.
Es curioso cómo en los autodenominados países del primer mundo, estamos concienciados con el bienestar y los derechos de los delincuentes; sin embargo, parece que en los últimos años se nos han olvidado los derechos de los ciudadanos honrados.
Estamos tristemente acostumbrados a la delincuencia y la corrupción, a los indultos y reducciones de penas a políticos corruptos que roban y malgastan los recursos de todos los ciudadanos.
Lo peor es saber que una buena parte de la población, por falta de información, conocimiento y/o principios, prefiere culpabilizar a un octogenario por defender su hogar y su vida; antes que preguntarse por qué un criminal, con múltiples antecedentes, estaba en la calle cometiendo delitos.
Un hogar, en palabras de Pepe, «es lo que conseguimos los humanos después de una larga vida de lucha, de sacrificio, de esfuerzo y de pasiones. Tener un sitio donde te sientas protegido, porque es tuyo». Quizá a Pepe sí le corresponda un indulto, y tal vez, incluso, una medalla.